domingo, 13 de febrero de 2011


Un maestro


Dice que no sabe, sabe que no sabe lo que dice pero está frente a un grupo de estudiantes universitarios que lo acribillan con las miradas y lo acorralan con preguntas. -El profesor tiene cara de campesino- leí en los labios de una de las estudiantes que está frente a aquel personaje. Otra joven dice: -eso puede servirnos para pasar, no se dará cuenta si hacemos copia, además es como ciego- Mientras tanto el resto de muchachos está en alboroto porque no saben qué hacer. Esta asignatura es una de las más importantes de la carrera y este profesor se nota por encima que no tiene idea dónde está parado, dice uno de los jóvenes.

Era la primera clase que este profesor dictaba en una universidad, venía de ser docente durante 10 años en un colegio rural donde no tenía ninguna exigencia académica puesto que los pequeños del que era profesor en esa escuela hasta ahora estaban iniciando sus procesos de aprendizaje y para este ejemplo a no seguir de profesor era muy fácil entretenerlos con cualquier juego en vez de hacer realmente su labor de educador.

Fue entonces cuando llegó a una de las universidades más grandes de una las ciudades de Colombia a dictar una materia de la cual no sabía qué era ser profesor. Lo que los estudiantes se preguntaban era ¿Cómo llegó este profesor hasta aquí? Les parecía inconcebible que a la altura de la carrera de ellos llegara una persona sin conocimiento alguno a dar una cátedra tan importante como esa.

Cuando el profesor entró al salón estaba sudando de nervios, tenía los cachetes colorados, una camisa a cuadros naranjas de botones color marrón, un pantalón negro, zapatos cafés, un maletín de estudiante en su espalda y 5 libros en la mano que apretaba como si fueran su tesoro. Saludó y ninguno de los asistentes escuchó, entonces nadie le contestó, fue cuando golpeó con fuerza los libros contra el escritorio que los muchachos se dieron cuenta que el profesor había llegado. No saludó más sino que cuando sintió 25 miradas encima de su cara roja y cuerpo dijo su nombre pero luego se quedó en silencio, tal vez los nervios no le permitieron seguir hablando, los estudiantes se quedaron anonadados, se miraban los unos a los otros tratando de encontrar alguna respuesta a lo sucedido. El profesor carraspeó y trató de continuar su discurso, dijo: -Este semestre seré su profesor de Lingüística, vamos a llevarnos muy bien, vamos a desarrollar el curso fácilmente para que todos puedan pasar, ustedes harán exposiciones y al final presentarán un parcial y con eso tenemos- La cara de sorpresa de los estudiantes parecía como si hubieran visto un fantasma, lo cuestionaron e indagaron incisivamente acerca del contenido y la metodología pero el profesor no tenía respuesta a ninguno de los interrogantes.

En vista de no saber qué hacer porque sabía que no sabía decidió coger nuevamente sus libros y maletín y huir despavorido de aquel salón donde le había parecido que los estudiantes eran demonios que querían devorárselo.

Lámpara mágica


Divagué por cierto tiempo qué objeto elegir, nada se le ocurría a mi mente para elaborar este texto, sin embargo, después de haber estado una hora mirando hacia el techo de mi habitación apareció en mi cabeza una imagen brillante, con esferas de vidrio pequeñas alrededor de esa luz y una más grande que las otras con un relieve en forma de cuadros que permitían que en la iluminación transmitida por todas las paredes de la habitación se vieran pequeños cuadritos que daban un toque estético y místico a la misma. En la parte superior tiene un espejo circular que refleja partes de mi rostro como mis ojos y algo de mi frente lo cual me hace pensar en cómo ven los demás mi cara y cómo ven ellos lo que hay detrás de mi semblante, igualmente, cavilo pero esta vez con mayor intensidad que la anterior ya que me detengo estrictamente en las personas que están cerca de mi vida, entonces, emergen varias personalidades que se han cruzado en mi camino, además, de los protagonistas actuales de mi existencia. Pienso en cada uno de ellos, en sus formas, sus tratos, sus palabras, sus actos, sus silencios y por último deviene a mi cerebro la última vez que los vi y les hablé, me hablaron, me escucharon, ellos aunque pocos, hacen de mí lo que los demás puedan ver.

Después de tanto meditar vuelvo a entrar en mi dormitorio y me encuentro nuevamente debajo de aquel destello que debido a que tanto mi cuerpo como mi mente están yacidos sobre la cama así que cierro mis ojos e ingreso al mundo mágico de los sueños de mi inconsciente que por lo general relata escenas sangrientas, crueles, nostálgicas, melancólicas, incluso violentas por lo cual casi siempre despierto exacerbada aún así al despertar examino otra vez la parte superior de mi habitación y encuentro el motivo de estas líneas, la pequeña pero iluminante lámpara que me acompaña en mis noches de desvelo y en mis cortas pero trágicas apariciones.

Escuchando a Beethoven


Hay un navegante, está perdido en medio del mar, cuanto más rema hacia la orilla más se aleja de ella, está completamente solo, su única compañía son las nubes, el cielo y el mar. No sabe cómo llegó hasta allí él sólo quería ir en busca de peces que le pudieran servir de alimento para él y toda su familia.

Salió muy temprano en la mañana, alistó todas las herramientas necesarias para ir de pesca, la atarraya, un balde, un cuchillo, unos panes y su pequeña lancha. Eran las 4 de la mañana cuando salía de su hogar en donde lo esperaban su esposa y 5 hijos, era por ellos que se esforzaba cada día en su trabajo para darles a lo mejor. Subió a su medio de transporte y empezó a remar cuando ya se sintió en las profundidades decidió lanzar trozos de pan para que los peces se acercasen y cuando agudizó sus ojos vio que debajo de la lancha había cientos de animales acuáticos, estiró la atarraya sobre la mar enseguida atrapó varios y los tiró sobre su lancha, algunos pudo echarlos en el balde otros se resbalaron y volvieron a caer al agua salada. De repente miro a su alrededor el día no estaba claro, estaba bastante gris, parecía que fuese a llover durísimo, sin embargo, el navegante pensó que aún le quedaba tiempo suficiente para buscar más comida y se dispuso a remar más hacia el interior del mar, remó hasta sólo sentir el sonido de la vida marina, cada movimiento de brazo que hacía lo llevaba hasta la profundidad, sintió el viento helado sobre su rostro, pensó que debería devolverse entonces dejó de remar pero la lancha no se detenía seguía avanzando como si hubiera unos brazos y un remo invisible que lo seguían impulsando hacia el piélago.

Por un momento se sintió temeroso porque pensó que nunca más regresaría a casa, no obstante, dijo para sí mismo: Llevo toda mi vida haciendo la misma labor y siempre he retornado a casa, esta no será la excepción. Esperó si la lancha se detenía pero no lo hizo, mientras esperaba se concentró en los colores que observaba, el día se tornó colorido apareció un hermoso sol que le quitó el frío inmediatamente, se tranquilizó pues pensó que ya no llovería y que tenía aún tiempo suficiente para regresar. Miraba el agua y los animales, sintió calor, entonces, se lanzó al mar, se refrescó, nadó, se ejercitó, jugó con los coloridos peces que estaban cerca y todo se tornó maravilloso.

En seguida, se dio cuenta que algo le hacía falta, sacó la cabeza de la superficie y no vio su lancha, empezó a buscarla, nadó metros hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia el frente y hacía atrás y por ningún lado se veían rastros de su lancha. Se angustió, pero pensó que si se movía podría alejarse más de la lancha entonces decidió nuevamente esperar, quedarse quieto para tratar de verla. No lo logró, la lancha había desaparecido, estaba completamente indefenso y perdido en medio del mundo marino. Nadando sería mucho más difícil regresar, pensó. Sintió hambre, ya no tenía ni pan ni cuchillo ni peces ni su medio de transporte. Se quedó un buen tiempo pensando, empezó a ver cómo el sol cambiaba de color primero naranja, luego rojo, rosado, morado y no podía creer que fuera un hombre tan diminuto. Se comparó con la estrella solar, con el mar, con el cielo y se sintió completamente insignificante. No encontró salida a ese momento, pensó en su esposa y sus hijos y en cómo subsistirían sin él.

Pasó bastante tiempo en contemplación hasta cuando el único color que lo acompañaba era el negro y la única sensación que tenía era el frío de la noche. Nada mejor podía pasar que apareciera del fondo del mar una ballena o tiburón mil veces más grande que él para que se alimentara de su carne pero no fue así, en la profundidad en la que estaba y en la oscuridad en la que se encontraba ya no se veía vida por ningún lado, sintió sueño, cerró sus ojos y se dejó llevar por las pequeñas olas que había en ese instante hasta que ya no hubo más navegante.