lunes, 24 de mayo de 2010

Así soy




Confieso que no es fácil para mí escribir sobre mi vida. Al pensar en mi recorrido por el mundo las remembranzas son muy pocas y efímeras. Además, no me gusta eso de exaltar mi nombre, es más, si no fuese necesario para una autobiografía no lo diría, pero como la situación lo requiere debo decirlo, y otros datos más que reitero para mí no son importantes, sin embargo comencemos.


Mi nombre es Heidy y mis apellidos Cáceres Cala, nací un 8 de julio del año 1989. De mi infancia quedó grabado en mi mente y en mi naríz el olor de la naturaleza, conocí varias clases de insectos gracias a un compañerito de curso que era fanático a ese tipo de seres vivos, y por él, supe lo maravillos0 que es cargarse de la tranquilidad de un bosque y un cielo coloreado de verde, azul, amarillo, naranja, entre otras tonalidades preciosas que irradia la tierra. Ese bosque está ubicado en el barrio Diamante II en donde viví desde que nací hasta los 16 años.


En cuanto a mi vida escolar no recuerdo ni cómo ni con quién aprendí a leer y a escribir, nunca fui amante de la lectura, sólo leía cuando tenía que hacer las tareas y trabajos del colegio. No tengo frescos recuerdos de mi proceso de lectura y escritura. Al transportar mi mente a cuando tenía aproximadamente 3 años de edad vienen a mí imágenes de un diminuto cuerpo con una jardinera azul rey hasta las rodillas, debajo una camisa blanca de botones, mis piernas cubiertas por unas medias blancas con encajes y unos zapatos muy pequeños de color negro. A esa edad y con esa pinta iba al jardín La hormiguita que estaba ubicado entre Bucarica y Caracolí muy cerca al apartamento en el que vivía. No recuerdo ni a mis compañeros ni a la docente ni las instalaciones sólo tengo una noción de lo que cuenta mi mamá cuando le preguntan por Heidy cuando estaba muy pequeña. Ella dice con un poco de nostalgia que en ese jardín pasaba todo el día porque ella y mi papá trabajaban todo el día y que yo siempre llegaba y salía llorando de allí y que ella cree que es por las personas que me cuidaban allá que yo odio las arvejas porque todos los días me embutían este alimento a la hora del almuerzo. Es cierto no me gustan esas pepitas verdes y cada vez que las veo se produce en mi mente y en mi estómago un malestar indescriptible que me produce náuseas.

En esa época mis hermanos ya estaban más grandes que yo mi hermana mayor tenía 9 años y mi hermano 6 así que cuando quería compartir tiempo con ellos siempre me excluían porque yo era más pequeña, además, era de contextura gruesa por lo que se me dificultaba ser veloz en los juegos de ellos, así que pasaba el tiempo libre sola, como meditando y siempre mirando el cielo, el más allá, imaginándome anécdotas y personas. Me encantaba mirar las nubes y los árboles.

Después cuando tenía 4 años entré a estudiar al colegio Cajasán de Lagos, de allí también recuerdo el uniforme. Era una falta de cuadros azules y blancos con algunas líneas negras; un chaleco azul, la misma camisa y medias blancas y los mismos zapatos negros. Ahí cursé primero primaria, de este lugar recuerdo que no los administrativos no querían recibirme porque tenía 4 años y para hacer primero se necesitaba tener 5 años, sin embargo, debido a que mi mamá pelió me recibieron. Un día al salir de la jornada de clases a las 6 de la tarde, de la emoción que llevaba porque ya iba para mi casa olvidé en el maletín con todos los útiles escolares y al llegar a mi casa mi papá me sorprendió con una pregunta: ¿Usted dónde estaba? yo le respondí que estaba en el colegio a lo que él respondió ¿y su maletín? y yo como lo había olvidado por completo le dije que no sabía. Mi papá me castigó, me dijo que no podía ver mi programa favorito y que me encerrara en mi cuarto hasta el día siguiente, no pude volver a salir en toda la noche de mi habitación. Al día siguiente para mi fortuna apareció el maletín en la portería del colegio y lo mejor era que estaban todos los cuadernos, colores y lapices que me habían comprado. No se perdió nada.

Al siguiente año, me cambiaron al colegio Cooprofesores del barrio Diamante II que era donde vivían mis abuelos maternos, con el cambio de colegio vino el cambio de hogar, me llevaron a vivir con mis abuelos para que ellos estuvieran pendientes de mí. En ese colegio cursé segundo, tercero y cuarto grado. De este lugar recuerdo que el uniforme era una falda de cuadros marrones, chaleco verde y nuevamente camisa y medias blancas, pero esta vez los zapatos no eran negros sino marrones. En segundo la profesora de español se llamaba Érika Castellanos, ella era bastante joven y en las clases escuchábamos canciones de Shakira y copiábamos las letras de las canciones de esta cantante. Recuerdo que una de las canciones que más cantábamos se llama Estoy aquí, no sé el por qué de esa canción en una clase de español para estudiantes de segundo primaria pero bueno fue desde ese momento hasta mi adolescencia que mi cantante favorita era aquella barranquillera.

Otro de los anécdotas de aquel colegio fue con la profesora Ligia, ella era particular, tenía apariencia de hormiga culona debido a que era muy bajita y tenía una cola muy grande, además, tenía la piel arrugada por los años y morena, tenía el cabello muy corto, labios muy gruesos y siempre los llevaba impregnados de labial rojo. Ella en segundo me daba la clase de arte, recuerdo que en el primer periodo perdí esa materia porque coloreé unas flores de azul y ella me regañó porque dijo que ¿Cuándo había visto yo flores azules? Lo dijo en un tono bastante agresivo y autoritario. Debido al anterior suceso le temía muchísimo a la profesora, las clases de artística se convirtieron en un tormento y cada vez que ella estaba cerca de mí todo mi cuerpo temblaba incluyendo mi mano derecha que era con la que debía hacer las tareas y actividades de la clase, entonces, nunca obtuve buenas notas. En los dos siguientes años, ella fue la directora de grupo del salón en el que yo estaba y además dictaba Ciencias Naturales, y como era de esperarse mi motivación por estudiar era escaso, no obstante, cumplía con todas las tareas, era bastante callada y sigilosa, sin saber por qué aprobé todos los cursos.

Lo único que disfruté plenamente en esta época fue el bosque que había en la parte de atrás del colegio a donde iba cada tanto tiempo con uno de los compañeros de clase llamado Anderson Arenas, con él me regocijaba al sentir, ver, oler y tocar la naturaleza.

Luego, cuando iba para quinto primaria, una vez más hubo cambio de colegio y de vivienda, entré a estudiar al Colegio Caro y cuervo y fui a vivir con mis papás a una casa que parecía de mentiras en el centro cerca al parque de los niños, parecía una casa de terror, cada vez que llovía el techo se caía por pedazos y el piso era de madera lo que generaba en mí inseguridad porque me daba curiosidad de qué hubiera debajo del piso y qué podría suceder si algún día me cayera. Este colegio era muy pequeño, no tenía bosque ni patio, sólo tenía estrechas habitaciones que eran los salones y una sala que era donde uno podía estar a la hora del recreo. El salón en el que estaba habíamos 8 estudiantes de los cuales recuerdo aún sus nombres y rostros: Laura, Melissa, Francisco, Mónica, Andrés, Adriana y Diego. No recuerdo haber aprendido algo significativo, recuerdo que la misma rectora y coordinadora era la profesora de quinto, se llamaba Clara y para los demás cursos la profesora era la misma jovencita que hacía el aseo en el colegio.

En ese año resulté siendo la mejor estudiante, siempre sacaba excelente en todas las asignaturas y al finalizar el año escolar la profesora Clara inventó una disputa para la excelencia entre mi compañera Adriana y yo, finalmente me la otorgaron a mí no sé por qué y Adriana que era mi amiga en ese entonces se molestó bastante conmigo y no volvió a hablarme. Hay otras dos cosas que recuerdo de este año y fue cuando elaboré un pequeño cuadro de un florero con la clase de dibujo y el profesor me dijo que explotara más mi gusto por la pintura que podría llegar a elaborar buenos cuadros, sin embargo, yo me sentí confundida por lo vivido en los años anteriores y no escarbé más mi campo artístico.

Cuando pasó el año 1999 debía hacer el bachillerato, mis papás querían que estudiara en un buen colegio y me llevaron a presentar examen de admisión en la Escuela Normal Superior de Bucaramanga y en la Nacional de Comercio de los cuales ninguno pasé, entonces, eso generó disgustos por parte de mi papá porque no entendía cómo si había obtenido la excelencia en quinto no había tenido los conocimientos suficientes para ser admitida en alguno de los anteriores colegios mencionados. Con ayuda de los contactos de mi papá ingresé a la Normal, además, creo que por el hecho de que mi hermana mayor estudiaba allí mis papás eligieron ese colegio para mí.

Entrar a la normal por primera vez hizo que me sintiera diminuta e indefensa. Este sí era un colegio enorme con demasiados estudiantes en su mayoría mujeres. Poco a poco fui conociendo los salones, la rotonda, los bambues, la canchas, el salón de música, el tenebroso pasillo del tercer piso donde hay una serie de fotografías antiguas y también fui conociendo a mis compañeros, casi siempre habíamos por salón entre 35 y 40 niñas y 2 a 4 niños, eso en los primeros grados, es decir, sexto y séptimo, luego a medida que avanzaba en grado se disminuía la cantidad de estudiantes, recuerdo que en undécimo eramos 38 niñas y 1 niño. El paso por la Normal fue una experiencia enorme, me disputé como líder de comité, en la medida en que iba aprobando los cursos se incrementaba la responsabilidad y las actividades, al llegar a décimo debía enfrentarme a un curso de pequeñines desde jardín hasta quinto primaria, al principio sentía muchos nervios pero con el pasar de los días fui disfrutando de cada experiencia educativa y dejándome envolver por las sonrisas de los chiquitines. Al finalizar mis estudios bachilleres el colegio era diminuto, lo conocía todo, cada rincón tenía un anécdota y una experiencia diferente. En el último año perdí a mis amigas debido a que me sacaron del salón en el que siempre había estado. Entré a un salón en el que no conocía casi a nadie entonces nuevamente estuve sola, fue un año de introspección tal vez por eso luego me sentía mejor sola, y poco me agradaba estar donde estaban todos los estudiantes.

Cuando recibí el diploma que decía Heidy Karina Cáceres Cala bachiller académico con énfasis en educación, esa palabra e d u c a c i ó n resonó en mi cabeza generando una serie de pensamientos como: ¿Qué sucederá con mi vida? y ¿educación? ¿En dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? Entonces me tomé los siguientes meses restantes del año 2005 y los primeros del 2006 para decidir qué hacer con mi vida. Lo único que sabía era que estudiaría algo relacionado con Ciencias Humanas porque nunca me agradó la Física ni la Química ni la matemática, entonces, quería estudiar Filosofía o Derecho o Educación, opté por presentarme a las dos últimas en la UIS. No miré puntajes ni los contenidos de los planes de estudio y cuando salieron los resultados fui admitida a Licenciatura en español.

Nunca fui buena estudiante siempre se me dificultaron enormemente las matemáticas y en español casi siempre mi nota era aceptable, tenía pésima ortografía. La situación cambió un poco cuando ingresé a estudiar Licenciatura en español y literatura, me acerqué a los libros, varios autores me dejaron embelesada con su singular manera de escribir como es el caso de Andres Caicedo, García Márquez, Abad Faciolince, Cortázar y otros más colombianos y latinoamericanos.

De mi adolescencia no recuerdo mayor cosa a excepción de algunas fiestas de 15 años a las que solo iba para bailar sin parar. Y de lo más reciente, es decir, mi vida como estudiante universitaria tengo fracasos, llantos, risas, amigas, uno que otro amigo y desilusiones por montón.

Eso es todo lo que puedo contarles de mí, no soy más, no soy menos, soy, simplemente, el producto de una pareja que no esperaba mi llegada, a pesar de eso, a ellos, en especial, a mi madre le debo lo que soy, ella me ha enseñado a ser paciente y guerrera para lograr lo que me haga feliz y la sabiduria para caminar con pasos lentos y seguros.

Soy una mezcla de situaciones, personas, sentimientos y circunstancias, entre las más latentes están: el amor, las amigas -siempre muy pocas- la academia, los libros y el querer ser. Soy una estrella fugaz no encendida. No veloz.


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